viernes, 19 de marzo de 2010

LA PLACENTA DEL AMOR


Ultimamente la idea de encontrar el amor verdadero o incluso un sucedáneo fugaz de una noche parece que invade mi alrededor...

Muchos minutos ocupados en intentar arreglar el mundo con un café delante se rellenan no solo platicando sobre banalidades como las uñas postizas de gel, las camisetas de marinero que se estilan esta temporada, la elección entre depilación láser o fotodepilación... se rellenan con las vivencias o la ausencia de ellas con alguien amado...

Porque cuando amas a alguien y eres correspondido, la sensación de protección que tienes es equiparable a aquella que tiene el feto en la placenta...
No estás libre de peligro pero crees no estar expuesto a riesgos...
No estás libre de tentaciones, pero crees ser fuerte para no caer en ellas...
No estás libre de obstáculos, pero crees ser ágil para saltarlos...

Pero a veces, un peligro acecha, la tentación nos quiere hacer tambalearnos y caer, y los obstáculos no nos dejan seguir avanzando hacia un futuro juntos...

El problema somos nosotros. Cuando no somos lo suficientemente fuertes para agarrarnos a ese cordón umbilical que nos da la vida, que contiene las arterias y venas principales que nos proporcionan una sonrisa cada día. Cuando caemos en la tentación y nos hacemos débiles decidiendo no luchar más por flotar en este habitáculo calentito. Cuando alguien, un día hace un nudo en el cordón umbilical y no intentamos deshacerlo.

Y ese cordón umbilical que une al feto a su madre, como esa manguera de aire que une un aestronauta a su nave espacial, es el que nos une a ese alguien que tanto buscamos. Que parece que no paramos hasta encontrarlo o haber creído encontrarlo. Que tanto negamos buscar como cuando negamos haber visto a alguien a quien no queriamos saludar. Ese alguien, al que un día decidimos cambiarle el nombre y devolverle el suyo personal porque ha dejado de provocarnos aquella sonrisa tonta que nos producía, porque las conversaciones antes amenas y divertidas, o serias e interesantes han quedado en mera rutina contada, porque el roce de nuestras manos en su cuerpo no nos hace sentir nada, porque su cara que antes recorríamos con la mirada, ahora ya nos la sabemos, porque ya no hay lugar a la incógnita, al nerviosismo, a la inquietud de antes, porque nos esforzamos en pensar, mientras flotamos calentitos, que si, que todo tiene solución.

Pero no. El líquido amniótico a cambiado de color, el saco amniótico tiene fugas y la libertad de movimientos está muy limitada...

Entorna los ojos, ensancha tus pulmones, llora...

Es hora de volver a empezar...


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